Cuando se habla de violencia económica muchas veces se enmarca dentro de la violencia de género, y es que se conoce este tipo de violencia como aquella que hace referencia a limitar el acceso a los recursos económicos a la mujer por parte del hombre, limitando su desarrollo económico y aumentando la dependencia de ella hacia el hombre impidiendo romper el ciclo de violencia, ya que ellas mismas necesitan del dinero para poder subsistir.

Este tipo de violencia se puede dar de manera activa, como puede ser no darle dinero para sus necesidades básicas, o retener el dinero ganado por ella; y de manera pasiva, generando deudas al no pagar gastos comunes tales como la hipoteca, pensión o recibos. También se da en situaciones en las que la mujer trabaja en el negocio familiar sin intercambio prestacional, lo que provoca que no pueda adquirir capacidad económica para adquirir independencia o incluso tener un trabajo remunerado en otro sitio.

Todos estos comportamientos están dirigidos a que la mujer dependa económicamente del victimario, además de impedir que escape a la relación de maltrato. De todos modos, a mi modo de ver, existe una violencia económica ampliamente aceptada por la sociedad, creada por el sistema neocapitalista en el que vivimos. Este tipo de violencia, es ejercida con más presión cada vez más, debido al debilitamiento de los gobiernos ante las grandes corporaciones internacionales, que invierten ingentes cantidades de dinero en mantener este tipo de violencia sobre la sociedad viva y al mismo tiempo amigable, de manera que no parezca una amenaza para esta.

Mientras que el poder adquisitivo de la mayoría de la población desciende, el coste de vida no deja de aumentar. Sube la luz, el agua, el petróleo, así como todos los bienes necesarios para el día a día. Si bien es cierto que este aumento de precios en muchos casos está pactado por los grandes oligopolios, los Estados no son capaces de parar esta escalada, ya sea por no tener suficiente fuerza o por haber cedido a intereses personales de algunos gobernantes (lo que en términos comunes se llama corrupción). Luego vemos a muchos ex gobernantes a consejos de administración de eléctricas o petroleras, ¿Casualidad?

Si bien se podrían bajar los precios para permitir un mayor consumo y por tanto un fortalecimiento de la economía, debido a la inflación y la competencia entre grandes empresas y oligopolios que buscan beneficios a corto plazo y aumentar la cuota de poder se aplica una política distinta: pactar unos precios de venta que permitan obtener beneficios de manera ecuánime con la opción, en caso de no poder pagar directamente, a disponer de recursos temporales (ya sea mediante préstamo o pago a plazos) que luego habrá que devolver con un pequeño interés que puede incrementar un 20% el coste del mismo producto.

Si bien es cierto que somos libres para elegir, durante mucho tiempo se han buscado préstamos que luego han implicado la pérdida del poco patrimonio que quedaba a algunas familias, viéndose abocadas a vivir en la calle. ¿Tenían otra opción antes de elegir este préstamo? Quizá solamente la calle. Las grandes corporaciones, por su parte, han visto incrementado su patrimonio de manera notable debido a esas prácticas. La creación de la necesidad de comprar, con la falta de trabajos estables y con condiciones laborales aceptables, juntamente con la falta de poder adquisitivo y la facilidad para comprar mediante financiación es un negocio redondo: la entidad cobra una cantidad indecente por adquirir un bien que se paga a plazos. Ellos afirman que existe un riesgo de devolución y que se debe controlar, pero quisiera ver los datos al respecto. De bien seguro que más del 95% de las compras no se devuelven a mitad de la compra o no existe un siniestro total que tenga que pagar la compañía en el caso de los vehículos.

A todo esto, cabe añadir, que muchas veces, aparte de condiciones muy duras para pedir un préstamo, solicitan una serie de requisitos difíciles de encontrar en algunos estamentos de nuestra sociedad: contratos indefinidos, con un mínimo de años de experiencia, nóminas de determinada cantidad… Todo eso condena a no poder acceder a determinados servicios o bienes hoy en día básicos para vivir. Además, muchas personas cobran en negro y no tienen acceso a sueldos dignos, lo que les condena a vivir en la precariedad. Luego, los mismos que contratan en negro y prácticamente esclavizan, son los mismos que se ven como grandes empresarios. ¡Ah!, y además no pagan impuestos dónde toca, sino que en lugar de ello de vez en cuando hacen algún donativo como material médico para blanquear su imagen, ¿verdad Amancio Ortega? Seguro que su hija, elegida según su currículum y méritos propios, no va a cometer los mismos errores tributarios que ha cometido su padre. Muchas personas minimizan estas prácticas, pero hagamos un símil muy sencillo: veo un piso en alquiler y me piden 500€. Acepto y firmo toda la documentación. Pero a la hora de pagar, le pago al casero con un set de platos. Vamos, es como no pagar un alquiler y darle al casero un juego de platos nuevos. Por mí, se lo puede meter por donde los quepa o se va a la calle les diría el casero. Aquí, sin embargo, toleramos estas prácticas.

El sistema está creado de manera que siempre existe beneficio, aunque sea a partir del detrimento del servicio. Los bancos son un claro ejemplo de ello. Las comisiones siempre están allí, mientras que el número de oficinas disponibles son cada vez menores. Menos personal, menos oficinas, y más ingresos, implicando un detrimento en el servicio al cliente. Mientras tanto, sus beneficios no dejan de aumentar, y al final de cada año todos se vanaglorian de las excelentes cuentas que presentan como si estuvieran compitiendo en un ranking a ver quién lo tiene más grande (el beneficio).

Mientras tanto, ¿a qué espera el gobierno para hacer algo? ¿Por el momento no pueden con las eléctricas ni con los bancos? ¿Se ha acabado la democracia? ¿Vivimos ahora en una corporatocracia? Podría ser, ya que muchos elegidos luego tienen su silla en el consejo de administración.

Por el momento solo se puede decir que el precio de la luz, y el petróleo sube (y por ende, todo el resto de materias derivadas o que usan estos bienes para ser fabricados y transportados). ¿Queremos una transición ecológica? Quizá el camino a seguir sea pequeñas comunidades autosuficientes en cuanto a luz se refiere. Pero para ello hace falta una voluntad real de ello. Hay demasiados intereses detrás. Solo hace falta ver el famoso impuesto al Sol… ¿Quiénes nos creemos para tal osadía?

Pero sobretodo y más importante, que nos quiten el futbol… Algunos políticos se nos mean encima y tanto nos da… Siguen recortando en lo público: menos médicos y menos profesores. Es genial esto de no tener que ir al médico y que te puedan dar el diagnóstico por teléfono. Luego se dan casos de gente que tenía dolor de barriga y resulta que tenía cáncer u otra enfermedad que de haberse detectado a tiempo seguramente seguirían con vida. Y cada vez menos profesores. Total, cuanto más tontos más manejables, y de ese modo se pueden distraer con cualquier cosa: que si la Esteban, el fútbol, que si este político ha dicho aquello al otro… Pero nunca entramos de fondo en las cuestiones trascendentales, aquellas que de tomar una decisión u otra afectarán a la vida de las personas, no sea que la sociedad tenga conciencia y pueda disponer de una opinión a partir de datos objetivos y no meras opiniones como sucede en los medios de comunicación de hoy en día: los titulares, las imágenes, el sesgo… Pero de eso ya se hablará en otra ocasión.

Somos lo peor como sociedad, egoístas y avariciosos que solamente miramos por nosotros mismos. La empatía es algo que se ha dejado a parte, y muchos desconocen la aplicación práctica de este término. Quizá sea nuestra naturaleza, o quizá sea una mezcla de ello con los valores recibidos. Pero no vamos por buen camino como sociedad. Solo un ejemplo, en España se valora mucho más el derecho a la propiedad privada que el derecho a una vivienda digna. ¿Para qué necesitan los bancos tener una casa vacía, sin mantenimiento y cogiendo polvo que se ha desalojado por impago, debido a trabajos mal pagados, en negro o situaciones de desempleo por abusos laborales? ¿No les saldría mejor tener gente en las viviendas que les cuiden la casa mientras viven ahí, y si el banco la vende se busca otra ocupación para esta familia? Sé que no es la mejor solución, pero seguro que muchos lo agradecerían para no tener que pasar estas fechas (para algunos) tan entrañables en la calle.

He empezado hablando de la violencia económica en el ámbito de la violencia de género, pero todo esto a lo que he hecho referencia, ¿no era una forma de sometimiento al resto de ciudadanos? ¿No buscan obtener el máximo beneficio a partir de quitarnos capacidad de poder adquisitivo? ¿No se puede considerar también violencia económica? Aunque se busca el beneficio a corto plazo, lo que implica es el empobrecimiento, la independencia económica y no menos importante la pérdida de algunos bienes y por ende el incumplimiento de algunos derechos teóricamente amparados por la Constitución, aquél libro con algunos versículos tan citados por algunos patriotas y por el contrario otros versículos tan olvidados por los mismos patriotas de pulsera. ¿Hasta qué punto es lícito que el sistema económico se siga llevando víctimas por delante y nadie pague las consecuencias de ello? El coste de vida aumenta, la pobreza también, del mismo modo que las grandes fortunas. ¿Deben pagar las empresas por ofrecer condiciones que ahogan demasiado a las clases humildes? ¿Deben pagar los gobernantes por permitir una tiranía del capital que desplaza el capital económico hacia las grandes fortunas y lo hurta de las personas de a pie? ¿O deben ser algunas clases humildes que acepten su responsabilidad por tomar una decisión desacertada?

Es una cuestión de lucha de clases, y parece que las clases más apoderadas van ganando como siempre. El resto debemos organizarnos. ¿Dejamos de quejarnos, de ser títeres embobados tras una pantalla, viendo como corren tras un balón, y luchamos por la sociedad que queremos? La revolución no se hace desde el sofá.

No es una cuestión emocional sino una cuestión de razón. Por desgracia somos más de emociones que de razón. Nos mueve todo aquello que despierta emociones, pero no aquello que nos despierta la mente. ¿Y qué es lo que nos despierta la mente? – deberíamos preguntarnos.

¿Hay algo que nos despierte la mente por placer para mejorar nuestra sociedad? Si es así, todavía existe la conciencia colectiva y hay esperanza.

Deja un comentario