Recuerdo que vine con muchas ganas de verte, tal y como llevaba viniendo durante las semanas que te llevaron allí. Así que salí del coche entré al edificio y subí las escaleras, con ilusión y con ganas de que salieras pronto y pudiéramos volver a hacer cosas juntos como hacíamos antes. Al llegar sonreí al verte, sentí como se me iluminaron los ojos de la alegría, además me pareció que hacías mejor cara que el día anterior que nos vimos, con lo que pensé que pronto volverías a tu hogar. Recuerdo como me devolviste la sonrisa al verme, me diste un beso en la mejilla y una caricia en el hombro con tu mano, con los que me mostraste tu alegría por mi presencia. Recuerdo como estabas sentado, y fuimos a dar un paseo. Tus pasos firmes y tu sonrisa, me convencieron de que pronto estarías recuperado, de que volverías a casa muy pronto.

Me acuerdo de todo lo que hablamos. Comentamos como de amables eran las enfermeras, había una que era muy borde y no le gustaba que me sentara en tu cama. Aun así me decías que me pusiera, que la enfermera no me diría nada, y no me dijo palabra, pero menudas las miradas que me echó. Recuerdo que nos reíamos con sus miradas, aunque yo estaba un poco asustado por si me echaba la bronca. Pero estaba tranquilo, estabas tú a mi lado y me sentía protegido.

También hablamos de mi partido de la semana, y de cómo veía el siguiente. Quería que vinieras a verme cuando salieras, tal y como hiciste otras veces ¿Te acuerdas la ilusión que me hizo que vinieras? Aquel partido fue genial, lo pasé en grande y ha sido uno de los mejores que hice. Ojalá hubieras podido venir más veces.

Hablamos también de las clases y los exámenes que iba a empezar por aquellos días en el instituto. Te comenté que estaba un poco nervioso, pero con tu serenidad de siempre me dijiste que me iría bien y que los aprobaría todos.

Hablamos de jugar al fútbol en el campo de fútbol de tierra del lado de casa, de ver juntos las series “El Equipo A” y “El Coche Fantástico” por la mañana y el mediodía, y por la tarde ir a ver las carreras de caballos en las fiestas mayores, las partidas de birlas, y los toros en la plaza.

Hablamos de tantas cosas y estuve tan bien contigo que los minutos se me hicieron segundos y las horas minutos. Que rápido pasó la tarde. Justo cuando creí que llevaba nada más que una hora allí mis padres dijeron que ya era hora de irse, puesto que iban a darte la cena, ya llevaba toda la tarde contigo, y necesitabas descansar. Estando tu acostado, nos despedimos con un hasta dentro de unos días. Aunque en su momento no me di cuenta, ahora veo que tu cara dibujaba un hasta siempre con el que me dijiste adiós. No lo supe ver. Y ahora me da rabia. Siento rabia de no haber podido decirte adiós como tú me lo dijiste a mí, de no saber ver que iban a ser mis últimos instantes a tu lado. A partir de aquel día empezaste a irte. Cada día un poco más, hasta que no pudimos retenerte y te liberaste para marcharte lejos e irte en algún lugar muy lejano, donde algún día muy seguramente vamos a llegar y nos reencontraremos, y donde no habrá tiempo que corra en nuestra contra para poder hacer cosas juntos otra vez, y pasarlo igual de bien que lo pasamos todos aquellos años.

¿Recuerdas aquella tarde? Fue la última que pasamos juntos. Yo tuve esperanza hasta el último momento, pero fue en vano. Las cosas se complicaron de manera inevitable. Nos dejaste, te fuiste lejos de aquí. El destino quiso llevarte con él, en algún lugar muy lejano donde nosotros  de momento no alcanzamos llegar.

Ahora veo con añoro aquellas mañanas y aquellas tardes, deseando que algún día volvamos a vernos. Recuerdo aquellos momentos que pasamos juntos con tristeza, nostalgia y felicidad, pero también recuerdo con rabia, impotencia y resignación aquellos momentos que pudimos pasar juntos y no los pasamos. Y hasta que te fuiste no me di cuenta de la suerte que había tenido al hecho de que pudieras poder formar parte de mi vida. Sabía que habías sido un tesoro para mí, pero no me percaté de lo que realmente valías hasta que me vi sin tus consejos y sin tu compañía en este mundo.

Por todo ello gracias, gracias por haber sido como has sido, porqué nunca has cambiado y porqué siempre has estado allí para darme fuerzas y apoyo. Gracias por haber sido el modelo ejemplar a seguir que ha marcado mi vida. Ha sido una pena que te hayas ido y que no hayamos podido pasar juntos todo el tiempo que me hubiera gustado pasar a tu lado, y estoy seguro que tu sientes lo mismo. Ahora sí te lo digo: hasta siempre. Se te echa de menos por aquí abuelo. Un abrazo allá donde estés.

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